lunes, 11 de febrero de 2013

Mercados de Abastos en el siglo XX (I)


Artículo publicado en la Revista de apuntes Históricos 1993

Jaime GUERRA MARTINEZ 


     En términos corrientes se da el nombre de "mercado" al lugar en el que se realizan transacciones de mercancías entre vendedores y compradores. En este sentido, la denominación comprende tanto a la plaza de una villa o ciudad donde se venden productos agrícolas, ganaderos o de cualquier otro origen. 

     Los mercados pueden clasificarse en tres categorías: la bolsa, el mercado de productos y la feria. 

     Alcalá contaba desde el siglo XIX con dos ferias. Una, que se celebraba los días 9, 10 y 11 de Mayo, la "feria de ganado" concedida el 26 de Julio de 1830 por Fernando VII, y otra con motivo de la Romería de la Virgen de los Santos que se celebraba los días 12, 13 y 14 de Septiembre, concedida por Isabel II, el 27 de Agosto do 1851. 

     Aparte de estos dos momentos anuales concretos de mercado, Alcalá, lógicamente, contaba con un intercambio y venta diaria de productos, que se realizaba en las numerosas tiendas repartidas por la localidad y que a principios del s. XX, dado el volumen de población y la estrecha relación del núcleo urbano con su entorno rural, debieron ser bastantes. Entre ellas las tiendas de Petra, en la Plazuela; Collantes en Cuatro Esquinas; la Portuguesa en Río Verde; Francisco García Hita "el bizco García" en Capitán Cortés; Cristobalina Pacheco en la Alameda; la de Gaudencia en San Antonio; la de María Enriqueta Ruíz Moreno, "María la Calicha",... por citar algunas. 

     Pero, además Alcalá contaba con un mercado diario de productos del campo, carnes y pescados en la Plazuela. A ella acudían los campesinos a vender diariamente sus mercancías, bien directamente o bien a los vendedores que colocaban sus improvisados puestos de cajones y cestas. Allí montaban también sus tenderetes los Jiménez, los "Painos" y "Japón", para la venta de pescado y carne. 

La Plazuela, lugar del mercado diario

     Evidentemente este mercado callejero no reunía las condiciones mínimas de infraestructura, comodidad ni salubridad. Con el tiempo se convirtió en un espacio pequeño, que entorpecía el tránsito, pero además expuesto a las inclemencias del tiempo en un estado de auténtico primitivismo. 

     Así lo debieron entender las autoridades de principios de siglo, fue surgiendo la necesidad de crear un espacio concreto, regulado, que garantizara sobre todo la venta durante todo el año, que permitiera unos ingresos al Ayuntamiento y sobre todo que asegurara un control sanitario, en una época donde las epidemias de tifus y otras se propagaban con frecuencia, máxime cuando la plaza, empedrada, sin agua, sin una mínima infraestructura se convertía a veces en un foco de infecciones. 

     Esta inicial inquietud se plasmó en un acuerdo tomado por las autoridades municipales, el día 4 de Enero de 1909, por el que encargaron al arquitecto gaditano D. José Romero Romero un proyecto, firmado el 15 de Abril de 1909, con un presupuesto de 22.903,06 ptas. Se pensó construirlo en el grupo de casas ruinosas al final de la calle Rio Verde y a cuyo ensanche se le colocó el nombre de "Conde de los Andes", a quién recientemente se había nombrado hijo adoptivo de nuestra localidad. 


     En la memoria del proyecto se recogen los pormenores de la construcción de la que entresacamos los detalles más significativos. El edificio se halla situado en el centro de la Ciudad, con calles por sus cuatro fachadas, de manera que su abastecimiento se haga con facilidad. 

     Para mayor comodidad del vecindario y para que en un sólo edificio encontremos todas las necesidades propias del mercado se distribuye este en puestos cubiertos y descubiertos. Los primeros en número de 18 forman la nave que circunda la construcción a excepción de los ángulos que se destinan a la venta de carnes de vaca, cerdo, caza y recova, y los segundos, forman el número de 20 y no son otra cosa que porciones de patio, pavimentadas y señaladas con número, que se destinan a la venta de hortalizas, verduras y frutas. 

    Los cuatro ángulos de la construcción forman otros tantos departamentos, destinados al mayor rendimiento y servicio del Mercado en la forma que se expresa: el pabellón del ángulo Oeste, se destina a pescadería; el del ángulo sur, a almacén o tienda de comestibles; el del Este para habitación del guarda y urinario, y el del Norte a juzgado de mercado y repeso, prevención y escalera a unas habitaciones, que forman el segundo piso de este pabellón del ángulo Norte, que se destinan a Oficinas de telégrafo público y despacho de telegramas. 

     Delante de los puestos de carne y demás que forman el contorno se proyecta una marquesina de hierro volada, con entidad suficiente para que con comodidad puedan ocultarse de la lluvia y refugiarse los vendedores de frutas y verduras. 

     Los puestos van completamente cerrados, recibiendo su ventilación por la parte alta del hueco principal que da al patio. 

     Los pabellones de los ángulos tienen ventanas a las fachadas porque les son necesarias para su ventilación y luz, dadas las dimensiones del local. 

     Sin embargo, este proyecto cayó en saco roto ante las múltiples necesidades más acuciantes que preocupaban a la Ciudad. 

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