sábado, 18 de junio de 2016

La situación de la escuela pública alcalaína en 1930



Ismael Almagro Montes de Oca


       Todavía recuerdan los más ancianos a aquellos maestros nacionales, que con más devoción que medios, trataban de sacar de la ignorancia a varias generaciones de alcalaínos en las primeras décadas del siglo XX, cuando aún no habían llegado los grandes colegios a nuestra localidad y las clases se impartían en pequeñas habitaciones de viviendas particulares.

      Hoy traemos a la memoria a uno de ellos, Don Manuel Marchante Romero, el cual, tras formarse junto al Padre Manjón, ejerció su magisterio en Alcalá durante 41 años, hasta que, en 1956, por concurso de traslado marchó a Cádiz. Ese mismo año, el ayuntamiento le nombró Hijo Predilecto y el Gobierno le concedió la Cruz de Alfonso X el Sabio.[1]

     Y el motivo de su recuerdo no es otro que una carta que envió al periódico de Magisterio gaditano “El Faro” en mayo de 1930 [2] denunciando las precarias condiciones en que ejercía su profesión. No buscaba sin embargo su bienestar sino el de los pequeños estudiantes. En la misma carta además propone una idea, que cristalizará casi 20 años más tarde, proponiendo reutilizar el abandonado parque Galán Caballero, en una escuela con su patio de recreo. Se trata, pues, de la persona, del maestro que lanzó la idea de construir el colegio Juan Armario:


"Por el bien de los niños

      La Escuela ha de preparar al niño para la vida: ha de hacerle fuerte, sano, inteligente y honrado; pero lo primero de todo es vigorizarle, robustecer su organismo, hacerle hombre. No basta que el niño asista a una Escuela donde se eduque: es menester que la Escuela responda a las más rigurosas exigencias de la higiene.

      Muchos han sido los pueblos que en estos años de verdadera paz nacional han construido grupos escolares magníficos, escudas modernas higiénicas, dotadas con todos los adelantos de la Pedagogía. Para esto no ha sido obstáculo la falta de dinero, puesto que el Gobierno ha sido espléndido otorgando subvenciones, y a veces ha costeado totalmente las obras. Ha bastado, pues, con un poco de buena voluntad, inspirada en la firme creencia de que todo cuanto se haga por la infancia, que es la lisonjera esperanza del porvenir, se hace por el pueblo, por su cultura y engrandecimiento.

      No ha ocurrido así por desgracia en esta importante ciudad: somos esclavos de la verdad, y aunque enemigos de censurar a nadie, hemos de reconocer como una dolorosa indiscutible realidad que en tal aspecto hemos padecido un lamentable abandono.

     La Escuela que tenemos el honor de dirigir se halla instalada en un local que carece de condiciones higiénicas y pedagógicas. Por un estrecho pasillo, abarrotado de mercancías, han de entrar los niños al patio de vecindad, resbaladizo y pendiente, en donde esta situada la puerta única de la clase. Además de las naturales molestias que toda mancomunidad produce, han de soportarse los inevitables ruidos que entorpecen la labor escolar, perturbando el silencio y orden de la clase.

     Por la poca superficie del local y el escaso mobiliario, han de colocarse los niños apretujados en las desvencijadas bancas con grave quebranto de la escritura y demás ejercicios que han de realizar sentados. La elevación de techos es de 2,50 metros (la mínima debe ser de 4 metros), por lo que apenas entran los cien alumnos que asisten a ella; se vicia rápidamente el aire por la difusión en la atmósfera de los gases de la aspiración, por las emanaciones del retrete situado en el propio local y por el polvo que continuamente se agita dentro del mismo ¿Cabe mayor peligro para la salud de los niños?

      Piensen bien en esto y medítenlo los padres que nos honran con su confianza encomendándonos la educación de sus hijos, de esos tiernos niños a quienes tanto aman y por los cuales serían capaces de realizar toda clase de sacrificios. Si la escuela y el mobiliario no reúnen las necesarias condiciones, en vez de robustecer el organismo del niño y prepararle para el trabajo y para la vida, pueden proporcionarle deformidades en el cuerpo y basa enfermedades incipientes que amarguen para siempre su existencia. El mobiliario deteriorado y antiguo pide también a voces su total renovación.

Alumnos de una de las escuelas descritas 

      Es también muy de lamentar el que esta escuela carezca del campo escolar de recreo y enseñanza al aire libre que hoy se exige en las modernas construcciones escolares y que tanto influye y tan extra ordinaria importancia tiene para la educación física intelectual y moral del niño.

      Al campo escolar se concede hoy más importancia que a la misma sala de clase.

   Inspirado por la idea de proporcionar a mis alumnos una escuela que cumpla las mayores condiciones higiénicas, pues no es lícito quitar la salud al niño so pretexto de enseñarle letras, he dirigido escrito al Ayuntamiento interesando la construcción de un salón amplio ventilado, donde instalar esta escuela, en el antiguo parque de Galán Caballero, que antes fué jardín y hoy está abandonado. Ningún otro sitio tan agradable y ameno, tan sano y pintoresco. No aspiramos a la construcción de grupos escolares magníficos, suntuosos, como han hecho otros pueblos menos ricos que este. Sólo nos conformamos con que los niños tengan en abundancia lo que tan barato cuesta: aire puro, sol, luz, campo y alegría. Cosas que todas juntas han de proporcionarle el mayor bien de que puede disfrutarse la salud. De nada vale toda la sabiduría del mundo si arrebatamos al niño este don tan preciado.

      Edificado el amplio y sencillo salón a que nos referimos, quedaría espacio para campo escolar de recreo y enseñanza al aire libre y para establecer el sistema manjoniano que tanto agrada a los niños y que tan maravillosos resultados produce en la enseñanza.

      No debe interesarnos el aspecto económico de esta cuestión, fácilmente realizable con poco más de diez mil pesetas. Pero aunque costase mucho más, ¿en qué mejor obra puede emplearse el dinero del contribuyente que en educar e instruir a la infancia, si ésta es la esperanza de un pueblo, es decir, su vida, poder y cultura para el día de mañana y todo cuanto se haga en favor del pueblo?

      El Ayuntamiento, administrando rectamente los intereses del pueblo, es el primer obligado a velar por la difusión de la cultura y porque las escuelas tengan locales adecuados. Más allí donde no se preste a la Primera enseñanza la: necesaria y debida atención, son los padres, como más directamente interesados en el bienestar de sus hijos, los que deben recabar de las Corporaciones municipales, sobres todo cuando se cuenta con recursos económicos para ello, el estricto cumplimiento de tan sagrada obligación.

M. MARCHANTE. Alcalá Gazules, Abril 1930.”


NOTAS

[1] Datos extraídos de TOSCANO DE PUELLES, Fernando; “Las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia de Alcalá de los Gazules” pág. 176. 

[2] Edición del 12 de mayo de 1930. Año XII Número 320. Pág. 1

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